Exclusion is always the product of unequal power relations, i.e. unequal exchanges. And since different forms of power circulate in society, it will not be possible to produce a single monolithic theory of social exclusion, just as it will not be possible to unite under a single banner all the struggles that oppose it.
Counter-hegemonic globalisation is, therefore, a plural project and its strength and weakness lie in this. This plurality and diversity does not eliminate the possibility of communication, mutual understanding and cooperation between the different struggles.
(Bonaventura de Souza Santos, Poderá o direito ser emancipatório, Revista Crítica de Ciências Sociais, 65, p.28)
The geographical names of many places in Latin America (Central, South and part of the American Caribbean area), including of course the word America itself, are the result of the process of cultural appropriation carried out by colonial invasions as early as the 15th century.
The very concept of the ‘discovery’ of America, recently contested by many states of the ‘Americas’, is undoubtedly a colonial legacy that testifies to the desire not only to materially subjugate the invaded populations, but above all to define their fate forever as ‘provinces’ of the occupying European empires.
By using the word ‘America’, the invaders sought to erase the plurality of identities of the nations that originally inhabited the continent (some of which still exist), defining them by reference to Western rationality, which distances itself from the worldview and traditions of the original peoples. As is often the case today, these terms have a double valence: on the one hand they are contested for their origin, but on the other, through a process of decolonial and anti-hegemonic re-appropriation, they have become names that testify to an autonomous identity process, which has made the very term ‘Americas’ an element of union and identification of the countries of this continent from the tropics down.
The issue of topographies and geographical names is an emblem, an example, of the complex relationship of the colonised countries of the ‘Americas’ continent with a rich and culturally relevant pre-colonial past, only partly erased by colonial invasions thanks to a strenuous and constant resistance, which today lives a new life and tends to regain a relevant power and value.
The ecological relationship with the territories and the planet, the recovery of local languages, the reconsideration of different religious beliefs and philosophies of life, the rediscovery of a non-Western medicine, the consideration of orality as a central element of culture and memory, gender relations dictated by values different from the patriarchal ones imposed by Europe, the deconstruction of the value and taxonomic binomial between art and craft, a relationship with the body and sexuality radically different from that imposed by Catholic colonialism: these are some of the themes emerging from a new vision that has been making its way for some decades now not only in academic theories, but even more so in many local practices, linked to action groups dealing with different forms of artistic experimentation.
The very term art finds a particular declination in the experiences of participatory or relational art, which involve indigenous, afro-descendant en peasant communities renewing a community tradition already at the basis of their pre-colonial cultures.
This issue of roots_routes seeks to investigate some of these recent forms of decolonial cultural resistance on the ‘American’ continent, offering the reader a diverse range of perspectives on fields such as culture, politics and art, and integrating reflections and creations that reflect the polarity between power and resistance, providing clues for understanding the cultures of the Americas and establishing pathways of horizontal integration between different peoples and cultures.
versión en español
“Américas”. Reemergencias, pluriversos y resistencias
La exclusión es siempre el producto de relaciones de poder desiguales, es decir, de intercambios desiguales. Y como en la sociedad circulan diferentes formas de poder, no será posible elaborar una única teoría monolítica de la exclusión social, como tampoco será posible unir bajo una única bandera todas las luchas que se oponen a ella. La globalización contrahegemónica es, por tanto, un proyecto plural y en ello radica su fuerza y su debilidad. Esta pluralidad y diversidad no elimina la posibilidad de comunicación, entendimiento mutuo y cooperación entre las diferentes luchas (Bonaventura de Souza Santos, Poderá o direito ser emancipatório, Revista Crítica de Ciências Sociais, 65, p.28)
Los nombres geográficos de muchos lugares de América Latina (Centroamérica, Sudamérica y parte del Caribe), incluyendo por supuesto la propia palabra América, son el resultado del proceso de apropiación cultural llevado a cabo por las invasiones coloniales en el siglo XV. El propio concepto de “descubrimiento” de América, recientemente cuestionado por muchos de los Estados de las “Américas”, es sin duda un legado colonial que atestigua el deseo no sólo de someter materialmente a las poblaciones invadidas, sino ante todo de definir su destino para siempre como “provincias” de los imperios europeos ocupantes. Con la palabra “América” los invasores trataron de borrar la pluralidad de identidades de las comunidades que originalmente habitaban el continente (algunas de las cuales aún existen), definiéndolas en referencia a la racionalidad occidental dominante, la cual se aleja de las cosmovisiones y tradiciones de los pueblos originarios. Sin embargo, como sucede a menudo, estos términos han adquirido un doble significado: por un lado, han sido impugnados por su origen, pero, por otro, a través de un proceso de reapropiación decolonial y contrahegemónica, se han convertido en nombres que atestiguan un proceso identitario autónomo, que ha hecho del propio término “América” un elemento de unión e identificación de los países de este continente, desde el trópico hasta la zona austral.
La cuestión de las topografías y las nominaciones geográficas es un emblema, un ejemplo, de la compleja relación de los países colonizados del continente “americano” con un rico y relevante culturalmente pasado precolonial, sólo parcialmente aniquilado por las invasiones coloniales gracias a una esforzada y constante resistencia, que hoy vive una nueva vida y tiende a recuperar un poder y un valor relevantes. La relación ecológica con los territorios y con el planeta, la recuperación de las lenguas locales, la revalorización de diferentes creencias religiosas y filosofías de vida, la recuperación de la medicina no occidental, la consideración de la oralidad como elemento central de la cultura y la memoria, las relaciones de género dictadas por valores distintos a los patriarcales impuestos por Europa, la deconstrucción del binomio valorativo y taxonómico entre arte y artesanía, una relación con el cuerpo y la sexualidad radicalmente distinta a la impuesta por el colonialismo católico; éstos son sólo algunos de los temas que emergen de una nueva visión que se abre paso desde hace algunas décadas no sólo en las teorías académicas, sino aún más en las prácticas locales, vinculadas a grupos de acciones que confrontan diferentes formas de experimentación artística. El propio término arte encuentra una declinación particular en las experiencias de arte participativo o relacional, que involucran a las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas, que renuevan una tradición comunitaria ya en la base de sus culturas precoloniales.
Este número de roots_routes intenta analizar algunas de estas formas recientes de resistencia cultural y decolonial en el continente “americano”, ofreciendo al lector una gama diversa de perspectivas en campos como la cultura, la política y el arte. Este volumen integra reflexiones y creaciones que reflejan la polaridad entre el poder y la resistencia, proporcionando pistas para comprender las culturas de las Américas y establecer rutas de integración horizontal entre diferentes pueblos y culturas.
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