La tensión simbólica urbana entre eriazos y monumentos ha sido una metáfora visual que ha recorrido una gran parte de mi trabajo de investigación estética y analítica. Cuando partí mi trabajo artístico, me llamó la atención esta relación cómo la trama y destrama de procesos urbanos podían contener las tensiones históricas y estructurales presente en las formas de narrar los acontecimientos vividos en Chile y su historia. En otras palabras, como esos eriazos eran parte de una sintomatización en el cuerpo de la ciudad.
Recuerdo a comienzos de los 90, en pleno procesos de gestión de los pactos políticos de la transición, como el centro de la ciudad estaba lleno de terrenos baldíos y como ellos transparentaban una doble operación que marcaría esos tejemanejes de nuestro acontecer como sociedad. La borradura explícita de la trama urbana presente en los eriazos, eran marca, no de una ruina romántica de un proceso de cambio paradigmático con sus halos del pasado, sino más bien, un silenciamiento y acomodo que nos preparaba para la nueva sociedad de mercado, especulativa y financiera. En esos años, los muchos sitios eriazos del centro de la ciudad fueron derivando en la constitución de un mercado inmobiliario orientado también a cambiar la memoria de la dictadura hacia la especulación y modernización de la ciudad. Ese paisaje, peladero yermo rodeado de ciudad, fue el punto de transición, entre un Santiago que exhibía su pobreza, violencia y trauma, hacia una Santiago que exhibiría su salida al liberalismo de los tratados de comercio internacionales y punto de inflexión de la especulación financiera.
Desde esos eriazos, surgió la proliferación de Universidades privadas que se instalaron en el centro de la ciudad, los malls, las clínicas, farmacias y cadenas de supermercados. Dejamos de hablar de la desigualdad social, de la pobreza, para referirnos a las tarjetas de créditos, las deudas de las casas comerciales, los créditos con aval del Estado, el mercado de las Isapres y AFPs. Oficialmente, hablar de la desigualdad social que marcaba nuestra estructura fue siendo proscrito, se iría desinstalando esa promesa de democratización, por un proceso paulatino de endeudamiento aceptado como la promesa ascensión social del sistema. Recuerdo muy bien ese relato transformado en slogan del gobierno de Frei en una propaganda donde un padre le decía a su hijo que no entendía porque a la gente le parecía lindo Valparaíso, si en realidad era pobre y feo. Horror a lo pobre, recuerdo reprimido del cambio de sistema productivo llevado a cabo por los Chicagos Boys a través de Pinochet.
En esos tiempos de comienzos y mediados de los 90, cuando todo eso se fue tejiendo y siendo inmensamente disfrutado, los eriazos comenzaron a desaparecer del paisaje, paulatinamente. Sin embargo, hubo uno que persistió en su paradoja hasta fines de esa década. Era un eriazo ubicado al final del paseo Bulnes, en Santa Isabel, localizado detrás del Altar de la Patria y la llama de la Libertad de la Alameda. Trabajé mucho con esa imagen y la tensión entre eriazo y monumento, me llevó a comprender y a abrir una serie de preguntas y pensar cómo se relacionaban, qué planteaban, más allá de la localización urbana.
El binomio eriazo-monumento me pareció la imagen perfecta para entender, que, en un principio, los modos chilenos de enfrentar los aspectos traumáticos de su historia -fueran ellos la UP, la dictadura, la transición, la desigualdad social- aparecía el eriazo-monumento con una nitidez que hacía inteligible ciertos procesos de simbolización social que gestionaban el trauma y sus lenguajes y las formas de generar las narrativas. Así, el eriazo era esa tierra arrasada, foja cero, anomalía de lo urbano, borradura y deflación de lo anteriormente proyectado y construido, mientras que el monumento del héroe patrio habría sufrido un proceso opuesto de inflación narrativa y simbólica marcada por la distorsión y delirio de alejarse de los hechos concretos de la gesta histórica, y por supuesto marcar lo masculino, patriarcal y militar.
Esto lo había aprendido al tratar de armar el rompecabeza histórico del Monumento de O’Higgins en el Altar de la Patria, que hacía memoria del llamado Desastre de Rancagua, al que le había dedicado nada menos que un Mural de 90 m2. Intentando entender su historia, yo había aprendido que era imposible conciliar los sucesos narrados por o’higginianos y carreristas, ya que, según el historiador elegido, los hechos, los sucesos eran distintos y prueba, además, de la dificultad intelectual del oficio en el territorio nacional. También había aprendido algo más, la zona que se ubica entre el sitio eriazo y el monumento es un proceso que va de la borradura, a la histerización, una torsión del lenguaje que nos lleva hasta el O´Higgins encabritado con brío en su monumento ubicado debajo de la cripta que Pinochet había construido para sí mismo, con los restos del prócer anterior. Piruetas simbólicas, políticas, sociales que, si somos imaginativos, nos llevarían incluso a especular algunas razones psíquicas del Rechazo al cambio de su constitución, durante estos tiempos recientes.
Pero para no pasar por alto los mecanismos de producción simbólica y emplazamiento urbano de los padres de la patria, solo me referiré a que ese monumento celebra la derrota y huida de O´Higgins de la ciudad de Rancagua, para algunos por su mala estrategia militar y para otros por la traición de su socio independentista, en todo caso y en su defecto, oculta una masacre de civiles tan violenta que marca el fin de la psiquis de los realistas para, en ese dolor y horror, hacer surgir un sentimiento nacional que marca el fin de la Patria Vieja. Es interesante notar que, de esa masacre de civiles, probablemente no sepan mucho, de esa disputa de los dirigentes de la independencia, tendrán dos versiones, pero del monumento sabrán distinguir muy bien su figura erecta y bien erecta en al Altar de la Patria construida por nuestro “segundo libertador”. O´Higgins y su monumento, me enseñó lo que es la histeria colectiva y eso me sirvió para entender su lenguaje, mecanismos y sus fantasmas.
Me gusta recordar esta historia, lo hago cada cierto tiempo, cuando veo que entramos en otros procesos de histerización de la historia, en la transición claudicamos en entender que el proceso de democratización implicaba un proceso que también debía construir justicia social, que hubiera sido necesario entender los orígenes y causas de la violencia de la dictadura, que la memoria no la íbamos a producir solo por testimoniarla, sino la necesidad de situarnos en las tramas de esa planificación que produjo y administró un Golpe de estado, por 17 años, y requería entender esa trama, la densidad de la trama geopolítica en la que estábamos inmersos.
Voluspa Jarpa. Sindemia. Vista de instalación. MAMBO, Bogotá, Colombia 2021. Cortesía Museo de Arte Moderno de Bogotá – MAMBO © 2021
La foja cero del eriazo, me enseñó a buscar y mirar las páginas borradas, esas mismas, las tachadas, las de los organismos de inteligencia de EUA que planificaban múltiples golpes de Estado en América Latina y otras latitudes coloniales que permitían el funcionamiento del sistema neoliberal a escala mundial, esos que construirían zonas de extracción de materias primas y grandes extensiones de zonas de sacrificios a escala mundial, de la que seríamos una parte pequeña. El eriazo se extendería para mí, en el archivo que tiene el timbre SECRET, TOP SECRET, NODIS, ULTRASECRET, que, en el caso de nuestra frágil y grácil soberanía, acompaña un periodo de desclasificación que va de 1962 a 1991, ocurrido recién a fines década del 90, cuando Clinton considera que “los chilenos tienen derecho a saber su historia”. Doscientas mil páginas, que nos informan cotidianamente cómo van adquiriendo informantes, operadores al interior del sistema político, infiltrados, negociantes, golpistas, cómplices, financistas, operadores, lobistas, intelectuales, políticos, civiles, militares, todos debidamente borrados. Borrados en los archivos norteamericanos y borrados también durante la transición. Esas páginas borradas que nadie puede leer, porque como dicen los códigos adyacentes a su borradura, contienen operaciones que hasta hoy en día podrían estar activas, ese eriazo del presente, que tal vez, solo tal vez ¿nos podría llevar a la quema del metro?
Acompañan a las páginas borradas, las otras páginas, las no borradas, las en inglés, las que nadie quiere leer, porque atentarían con nuestra soberanía psíquica-intelectual y nuestros relatos igualmente soberanos, finalmente somos una sociedad tan densamente politizada, que sabemos lo que pasa y nos pasa.
Eriazos de la historia, monumentos histéricos, psiquis formateadas en nacionalismos que nos borran el colonialismo que nos constituye.
Todo esto es lo que pienso para poder llegar en realidad a la plaza, la plaza eriaza de los múltiples nombres, Italia, Baquedano, Dignidad. La plaza sin monumento, la del plinto vaciado, la que marcaba el centro social de la ciudad, esa que estratificaba las clases.
Y su proceso de erosión ocasionado por el cuerpo colectivo indignado, convulsionado, entre celebración y la mutilación. Cuerpo colectivo que disputa su narrativa entre lo heroico y lo delictual. Carreristas y O’higginianos, Pinochetistas y opositores. Proceso de “eriazación” transmitido en vivo y en directo por Galería Cima, y a pesar de lo visible, de lo escópico, no por eso del todo comprensible.
¿Tendrán que pasar 30 años más, para que alguien lea esos documentos norteamericanos borrados nuevamente pero que informen parte de lo sucedido ahí? ¿Generaremos nosotros los documentos? ¿Nos refocilaremos en creer que sabemos lo que pasó solo con nuestra lógica interna? ¿O las nuevas generaciones futuras sabrán, porque están interconectadas y excesivamente informadas, que la base norteamericana del Fuerte Aguayo en Concón de 2011, el Golpe de estado en Bolivia, el litio, el estallido social en Ecuador, Colombia, Perú se relacionan con el nuestro, en alguna medida? ¿Desarrollaremos capacidades que nos permitan verlo, simbolizarlo, narrarlo? ¿El incendio del metro, de la escalera de incendios de ENEL, una paradoja técnica, los incendios y cuerpos de Káiser, la mutilación de más de 400 ojos en jóvenes chilenos, las prisiones preventivas de 2 o 3 años con la absolución de condenas a los acusados por pruebas falsas, serán explicados o seguiremos en las versiones histéricas de carreristas y o’higginianos que impiden transparentar la trama que nos sostiene?
Parece que un eriazo se produce cuando la trama social es tan densa y profunda que no resiste la forma y los materiales que la contiene. Y así, extraído el general Baquedano, sucedido el estallido y todo lo que sabemos y no sabemos, iniciado y terminado un proceso constituyente y luego rechazado, con un plinto mocho, aunque en esa plaza se planten flores en sus tóxicas tierras eriazas, ¿qué monumento, qué nuevo héroe impotente, horrorizado frente al eriazo, qué relato en forma histerizada cabrá sobre él?
La esperanza lo invadió todo, impugnar para quedarse con todo
La fuerza Kathya Araujo
El significado es un tejido, como se teje la impugnación, cómo es la impugnación que tiene significado
No se ataca el lujo porque se desea, los objetos que están fuero del mercado atacaron las obras de arte, el mercado no fue atacado
Espectáculo y protesta, problema de significado. Pocos repertorios de impugnación realmente.
Occidente geopolítico con el occidente civilizatorio, extraordinario. ¿Qué se tiene que ir por el ducto?
Sin miedo a la destrucción, enseñanza de los terremotos. La tierra enseña, quemar la ciudad.
La violencia- Iglesia obra.
Después del estallido social, político, estético y reacción. La creatividad del estallido, anónima, fin del capitalismo como va a ser el mundo después del capitalismo, patrulla de iconoclastas.
Iglesias de la Asunción- iconoclastas las caras cubiertas
Consuelos, solidaridad, la imaginación, la creatividad.
Voluspa Jarpa Saldías. Artista visual. Su trabajo indaga en la naturaleza del archivo, la memoria y la noción cultural y simbólica del trauma social. También en la implicancia del secreto como modus operandi de la política, sus efectos en la psiquis, y en la exploración de caminos para emanciparnos de estas estructuras.